Mi ictus: la recuperación difícil

Salido del hospital, intentamos ponérmelo todo en orden.
Habría necesitado un fonoaudiólogo, pero en Bielorrusia me descartaron de inmediato: no sabían si hablaba mal a causa del ictus o porque era extranjero y no había estudiado el ruso en la escuela, sino que solo lo había aprendido en la calle. También había olvidado el italiano, y también el inglés y el español.

Las personas cercanas a mí actuaron como fonoaudiólogos improvisados. Yo no quería hablar, me habría quedado callado como mi abuelo. Pero, viendo el esfuerzo que hacían para estar cerca de mí, tuve que ceder. Intentaron reenseñarme todos los idiomas. No era para comunicarme con los demás: era para estimular el cerebro a trabajar.

Yo mismo, cuando estaba solo, me volví a la computadora y comencé a utilizar la IA.

Cambios en el razonamiento

En la comunidad de amigos era “el informático”, el nerd: cada vez había alguien que me daba un teléfono o una computadora en la mano para resolver sus problemas. Hoy ya no soy capaz de hacerlo.

Sé que ciertas cosas ya las he hecho, sé que las sabía hacer, pero no logro conectar los pasos para repetirlas. Tengo una dificultad de planificación y secuenciación: sé el destino, pero me pierdo entre los pasos.

É como si el “director” en la cabeza se cansara: no coordino bien las distintas partes del pensamiento. Me concentro en una cosa a la vez, luego me duermo, me desconcentro y pierdo el hilo.

Incluso para escribir estas páginas, comienzo con pensamientos desordenados que lanzo a la IA: ella me los reescribe. Muchas frases salen torcidas, a veces las interpreta mal, pero al menos al releer puedo corregirlas y arreglarlas.

En la cabeza tengo el artículo completo, pero mientras escribo pierdo términos y conexiones. Gracias a la IA logro transformar fragmentos desconectados en algo legible.

Cambios emocionales

Después del ictus me volví mucho más meteopático: un día gris puede entristecerme o meterme en depresión.
El deseo de hablar y hacer amistades ha desaparecido por completo. Prefiero el silencio y estar solo, porque el esfuerzo mental de relacionarme es demasiado alto.

Medicamentos y dolores

Las medicaciones que me han dado incluyen estatinas, fluidificantes y anticoagulantes.
Con el tiempo han comenzado a provocarme dolores articulares y musculares. Me pesan, pero a pesar de eso no quiero dejar de tomarlas: sé que reducen el riesgo de complicaciones y, por mucho que sean molestos, prefiero mantenerlas en lugar de correr de nuevo el riesgo de un ictus o un infarto.

Alimentación y hábitos nuevos

Con el ictus también ha cambiado mi relación con la comida:

  • quería más proteínas, la verdura ya no me atraía más;

  • así que más carne y menos verdura;

  • he intentado reintroducir el café, pero algo me molesta en el cerebro;

  • de vez en cuando un trago de alcohol, pero no más;

  • algún dulce fuera de casa, tipo un helado, pero en casa sigo con edulcorantes.

No sé si es bueno o malo, pero lo importante es que me sienta satisfecho.

Dos años después

El razonamiento ya no es el mismo que antes. Después de dos años creo que he vuelto quizás al 50%, pero siento que algo en el cerebro ha cambiado. Tal vez las cicatrices cerebrales hayan modificado mis pensamientos.

No lo sabía, pero después de dos años una nueva TAC lo confirmó: el informe hablaba precisamente de cicatrices en el cerebro.
Y en cuanto a la afasia, después de dos años me parece que se ha ido… o simplemente me he acostumbrado a convivir con ella y de todos modos hablo lo menos posible. 

Mientras tanto me mudé de Bielorrusia a Italia.


⚠️ Atención
Esta es mi experiencia personal. No soy médico. Cada recuperación de ictus es diferente. Nunca dejen de tomar medicamentos sin hablar con un profesional. Siempre consulten a médicos y especialistas.

Después del ictus tuve que reinventarme: dificultad para hablar, problemas de concentración y memoria, cambios emocionales y la ayuda de la IA para expresarme.

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